lunes, 15 de diciembre de 2008

REINO DE DOS SICILIAS

Se ha hablado recientemente del extinto reino de Nápoles, tan vinculado a la corona española, que pervivió hasta 1816, en que cambió su denominación para pasar a ser conocido como reino de las Dos Sicilias.

El motivo del cambio de denominación no fue, evidentemente, una frivolidad, un capricho del monarca reinante. En 1816 se restauraba en su trono de la ciudad de Nápoles, capital del reino, a Fernando IV, rey de Nápoles, tras el triste periodo de violencia y grave trastorno derivado de la revolución francesa y las consiguientes guerras originadas por la dinastía Bonaparte.Acomodado de nuevo en su trono tras el forzado exilio, el rey dispuso, en buena medida para olvidar el gravísimo revés sufrido por el reino, el cambio en la denominación del país. Desde entonces, el estado soberano de Nápoles pasó a ser denominado reino de las Dos Sicilias. Igualmente, el rey, deseando poner de manifiesto el cambio, alteró su numeración original, Fernando IV, para pasar a ser nominado como Fernando I del reino de Dos Sicilias.Este nuevo reino, erigido sobre el anterior de Nápoles, tuvo una vida breve. Murió en 1861, ahogado por el ansia unificadora italiana materializada en la dinastía de Saboya, que se atrevió incluso a invadir los Estados Pontificios.

Civitella del Tronto, fue la última fortaleza de Dos Sicilias que sucumbió al avance arrasador de las tropas piamontesas que invadieron el reino. Mantuvo izada la bandera del reino hasta su capitulación, más que justificada bélicamente, que se produjo el 20 de marzo de 1861, tres días después de la proclamación del reino de Italia.Dos Sicilias, mientras fue independiente, fue gobernada por tan solo cuatro reyes, que por el azar de sus nombres, facilitaron enormemente su recuerdo a los estudiantes de historia: Fernando I, Francisco I, Fernando II y Francisco II.
Las armas de aquel reino suponen un elaborado recuerdo de dinastías soberanas en territorios que en algún momento de la historia pertenecieron a la corona española.La bandera que usó el reino fue blanca, color propio de la dinastía Borbón, cargada con las armas reales. Únicamente durante el denominado periodo constitucional de 1848 la bandera fue cargada con los colores rojo y verde según esta disposición: Todavía hoy, el digno sucesor de aquellos reyes, el infante don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, duque de Calabria, mantiene el uso de la señal real en las solemnes ceremonias que preside como rey de su país en el exilio.