viernes, 27 de noviembre de 2009

RESPUESTA DEL MARQUÉS DE LA FLORESTA

Mi estimado amigo Carrión: veo con satisfacción que mis predicciones se cumplen, porque la propuesta del señor García-Menacho sobre las armerías de la Infanta Doña Leonor, aunque desafortunada, está generando un saludable debate.Tiene mucha razón en todo cuanto apunta el señor Sampedro, que es persona de mucha más erudición de la que dice tener en materia heráldica, en cuanto al uso de la palma como ornamento exterior. Los ejemplos que nos propone son muy interesantes, aunque pertenezcan a periodos tardíos e irrelevantes para el sistema heráldico histórico: conviene además tener muy en cuenta que la mayor parte de esos escudos de armas jamás se utilizaron realmente por los respectivos interesados. Efectivamente, la heráldica no es un sistema ni tan fijo ni tan exacto como algunos nescientes creen, antes bien sus pautas de presentación son mucho más variadas de cuanto nos indican los trataditos y manuales, en su mayor parte recopilaciones de los siglos XVII y XVIII, es decir de un periodo en el que este sistema emblemático sufría ya de una esclerosis y de un formalismo notables.

Pero me interesa más fijarme en una de sus afirmaciones: la de que el lambel que brisa las armerías del Príncipe de Asturias es pieza extraña a la heráldica hispana. Esto es una gran verdad: aunque el lambel lo usaron al menos tres Príncipes de Asturias en los siglos XVI y XVII (y algún Infante en el XVIII: recordemos las armerías de la fachada del palacio arzobispal de Alcalá de Henares), resulta que los primeros lo hicieron por imitación de los usos flamenco-borgoñones, y probablemente para sus armerías usadas allá –es sabido que los Reyes de España utilizaban armas distintas en los distintos reinos y estados que formaban la Monarquía Universal hispánica-.Hay que recordar que en la Heráldica española existen básicamente dos métodos para, dado un mismo blasón familiar, distinguir entre los diversos miembros del linaje (sobre todo entre el jefe de familia, su heredero, y los hijos menores de su sangre): la brisura y la llamada diferencia de armas. La brisura, tradicional en la heráldica franco-normanda, es el sistema más extendido. Se basa en introducir en el escudo un distintivo, generalmente de menor importancia pero bien visible, que sin alterar las piezas o figuras esenciales que identifican al linaje, nos indiquen claramente que nos hallamos ante las armas de un hijo segundo (reservando las armas puras o plenas para el jefe de la familia). La brisura puede así consistir en la inversión de los esmaltes, el aumento o disminución de las piezas, la suma de una nueva pieza, o la modificación de una pieza. La suma de nueva pieza es la más general: un lambel, un escusón o francocuartel, una banda, una bordura.

En Europa, recordemos que normalmente se brisa, tal y como hoy en día aún hace corrientemente la Corona de Inglaterra, con los escudos de armas de sus príncipes, comenzando por el heredero Príncipe de Gales (la Heráldica inglesa es la más meticulosa y racional en esta materia de las brisuras), utilizando para ello un complicado sistema de lambeles con sobrecargas diversas. En Francia en cambio, donde tan arraigadas estuvieron las brisuras que allí precisamente nacieron (comenzando por los hijos segundos de la Casa Real), curiosamente el Heredero no brisaba, sino que, desde el 1349, diferenciaba sus armas de las del Rey, cuartelando las de su Casa (las lises de Francia) con las de sus antepasados los Delfines del Viennois (que es precisamente un delfín), cuyo territorio es señorío particular suyo.La diferencia de armas, que es la tradicional en Castilla a partir de la aparición del cuartelado (invención castellana del siglo XIII, de enorme éxito en toda Europa), consiste en organizar los blasones de los Infantes menores en un escudo cuartelado que, alterando bien el cuartel de Castilla o bien el de León pero conservando siempre los colores originales de las Armas Reales, recuerde éstas a primera vista; en ocasiones y siempre fuera de la Casa reinante, se ha utilizado también un partido dimidiado.En el Reino de Navarra, la Casa de Evreux siguió, como era de esperar, costumbres francesas; y entonces los Infantes solían brisar, utilizando generalmente para ello las borduras. El Príncipe Heredero trajo siempre las mismas armas del Rey, pero combinadas de manera diferente. Por citar sólo un ejemplo, el famoso Príncipe de Viana usó un partido de Aragón y Aragón-Sicilia, y brochante un palo cuartelado de Navarra y Evreux.En la Corona de Aragón los usos heráldicos del Príncipe Heredero variaron con los tiempos. Hasta el siglo XIV se siguió la costumbre castellana de no diferenciar las Armas del Rey de las de su Heredero. En el reinado de Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387), se intentó establecer un sistema de brisuras más riguroso, introduciendo modas francesas, e intentando brisar las armas del Heredero y demás Infantes (por cierto, se hizo uso del lambel con sobrecargas para el Infante Don Martín); esta novedad no cuajó, y en los sucesivos reinados volvieron a ser unas mismas las Armas del Rey y las del Príncipe.En los Reinos de Castilla se pueden distinguir entonces tres periodos. El primero, desde la aparición del cuartelado en la Heráldica Real hasta el siglo XIV, se usa la diferencia de armas. Así lo vemos, por ejemplo, en el caso de los hijos de San Fernando: el Infante heredero trae las armas paternas puras (entonces se decían derechas), mientras que los demás Infantes las diferencian mediante varias combinaciones.

Así Don Alfonso (luego Rey Alfonso el Sabio), trae plenas las armas paternas; Don Fadrique trae sólo un castillo de oro en gules; Doña Berenguela el cuartelado de Castilla y León más una bordura componada de castillos y águilas; Don Enrique trae un cuartelado de Castilla y una cruz florenzada; Don Manuel un cuartelado de Castilla con la mano alada empuñando la espada; Don Felipe, un cuartelado de Castilla con un águila; Don Luís, un cuartelado de Castilla con tres fajas (los colores siempre asemejando los de las Armas Reales).Esta costumbre se mantiene hasta el siglo XIV, en que desaparece la diferencia de armas; recordemos pues que ni antes ni después, hasta la Edad Moderna, los Herederos ni diferencian ni brisan las armas paternas.

Con el advenimiento de la Casa de Austria se introducen en la Heráldica Real castellana (española por extensión), algunas costumbres europeas, tales que la brisura. Y efectivamente aparecen brisados los escudos de los Príncipes de Asturias en los numerosos blasonarios que he examinado –notemos que todos son atinentes a la Insigne Orden del Toisón de Oro). La brisura consiste en añadir sobre las Armas Reales, un lambel de tres dientes o pendientes; generalmente es de plata o de azur, y no lleva carga alguna. Así por ejemplo aparecen las armas del Príncipe Don Carlos, luego Carlos I (brisadas de un lambel de plata); de su hermano el Infante Don Fernando que fue luego Emperador (este diferenció las Armas Reales, aunque en los armoriales aparecen simplemente brisadas con un lambel de plata); del Príncipe Don Felipe, luego Felipe II (un lambel de plata o de azur); del Príncipe Don Carlos (un lambel de plata o de azur); del Príncipe Don Felipe, más tarde Felipe III (un lambel de plata, o de plata ondeado de azur); del Príncipe Don Felipe, que fue Felipe IV (un lambel de plata); del Infante Don Carlos (un lambel, que en algunos armoriales se dice de plata, y en otros de plata ondeado de azur) y del Infante Cardenal Don Fernando (un lambel de tres pies, cargados de Flandes, Tirol y Hungría), sus hermanos; y por fin del Príncipe Don Baltasar Carlos (un lambel de azur).Cuando se adoptaron las armas para el actual Príncipe de Asturias, se introdujo el lambel de los Príncipes de Asturias de la Casa de Austria (azul o plata), cuando hubiera bastado la diferente corona para distinguirlas de las del Rey. A mí me hubiera gustado más esta solución: sin embargo, se tuvo en cuenta, y mucho, el argumento presentado por quien esto escribe, esto es, que en una Monarquía constitucional las Armas del Rey, plenas, no deben ser utilizadas por ninguna otra Persona, ni siquiera su propio hijo y heredero. Y para diferenciarlas se recurrió a aquel lambel de la Casa de Austria; solución discutible y, claro es, discutida. Mucho más lo hubiera sido introducir, como algunos querían, la asturiana Cruz de la Victoria, lo que hubiera sido un error mayor, al mezclar en un mismo escudo emblemas dinástico-familiares con otro absolutamente territorial.Un cordial saludo de su amigo el MARQUÉS DE LA FLORESTA (que no es, ni de lejos, quien más sabe de Heráldica en España, sino tan solo un constante aprendiz de la materia).