miércoles, 23 de diciembre de 2009

ESMALTES, Y III

Para concluir la serie de entradas con idéntico título anteriores, ésta y ésta otra, relativas a exponer algunas de las reflexiones surgidas a partir de la lectura de un artículo de don Carlos López-Fanjul y de Argüelles titulado Sinople y sable: Diálogo entre las heráldicas auténtica y literaria en la Asturias de los siglos XV y XVI, hoy se propone lo siguiente:Se habló hace ya tiempo de la heráldica ficticia de ámbito literario como un claro ejemplo de heráldica bien configurada, las más de las veces incluso con mejor factura y razón que la heráldica gentilicia existente en la realidad. Así se expuso al tratar de la heráldica que el autor de la saga artúrica impone a cada uno de sus personajes. De este modo, en la heráldica literaria, evidentemente ficticia, del ciclo artúrico existe una coherencia llamativa: Todos los caballeros poseen sus armas diseñadas correctamente e incluso entre familiares son similares. Se trata efectivamente de una heráldica muy bien argumentada, rigurosa, e incluso con determinadas características heráldicas que se repiten, cual si de una nación real se tratara.Me detengo someramente sobre este asunto: La heráldica de los caballeros del rey Arturo, real solo literariamente, creó incluso modas. Sus modelos heráldicos fueron imitados e incluso, asómbrese improbable lector, copiados. Por ejemplo, la hoy conocida armería de la familia Escrivá de Romaní, copió en su origen, Escrivá, las armas del caballero ficticio Sir Esclabor; diseño heráldico que adoptó la familia Escrivá solamente por parecido sonoro en el apellido. Aunque, y tomo esta idea del maestro Menéndez-Pidal de Navascués, no fue la única familia en hacerlo. Del mismo modo actuaron los Bernaldo de Quirós, con Sir Kay le Seneschal, copiando las llaves de sus armas, y la esclarecida familia de los Téllez Girón con Sir Giret de la Bale tomando como propio su escudo gironado.

Para más detalles sobre este asunto le animo a consultar la página de heráldica artúrica: http://www.heraldica.org/topics/arthur.htm y el artículo del maestro don Faustino Menéndez-Pidal de Navascués recogido en el libro: Leones y Castillos, que editó la Real academia de la historia en 1999.Para conjugar la idea expuesta sobre la heráldica artúrica con el artículo del profesor López-Fanjul, hay que hacer referencia a una obra citada en este último. Se trata del estudio Las armas en el “Amadís de Gaula” del senador catalán don Martí de Riquer i Morera, conde de Casa Dávalos, creado Grande de España por nuestro actual monarca.

El Amadís de Gaula, como sabe improbable lector, es una obra de don Garci Rodríguez de Montalvo del siglo XV. Máximo exponente en lengua castellana de las novelas de caballerías.En el estudio de don Martí de Riquer sobre las armas del Amadís se relata la cohesión heráldica de los escudos que se atribuyen a los diferentes personajes del Amadís, como ocurriera con el ciclo artúrico; expone detalles como la frecuencia relativa de cada esmalte en relación con el resto; y recuerda la atribución de simbolismos a los diferentes colores y metales, hoy tan denostada, pero que al final del medievo contaba con una vigencia social evidente.De entre las muchas y sensatas ideas que expone el artículo de don Carlos López-Fanjul, apoyado en el estudio del conde de Casa Dávalos, se desea llamar su atención, improbable lector, sobre un asunto intrascendente pero sorprendente, del que nunca habíamos tenido noticia.

En el Amadís, el sable significa luto y también maldad, siendo de este modo el color del campo de los personajes atribulados y el dispuesto generalmente, como esmalte del campo, en las armas de los enemigos del protagonista.Así, es verdad que lejos de la heráldica que realmente estaba en uso en el momento de su redacción, el Amadís impone a muchos de sus personajes armas de sable cargadas con diferentes figuras. Pero de entre todas ellas se expone las que más han llamado nuestra atención: Las armas atribuidas al enemigo más acérrimo del protagonista, Arcalaus el Encantador. Este caballero ficticio se arma de sable con, atención, un león de sable, perfilado de plata, armado de plata y linguado de gules.Se trata de lo que el profesor don Carlos López-Fanjul denomina sombras heráldicas. Figura esta de las sombras heráldicas que él mismo califica como verdaderamente extraña pero (si bien única, que sepamos, en el ámbito hispánico) no tan infrecuente en Francia donde el profesor Pastoreau data su existencia en el vecino país desde el siglo XIV.