sábado, 7 de noviembre de 2009

ASPAS

Escribe un atento y pertinente mensaje don Francisco Luis Sola-Isidro Olmo, distinguido caballero que ya intervino en otra ocasión en este blog aclarando el asunto de la traducción de la leyenda del escudo del reino nazarí de Granada, con unas líneas relativas a las aspas de oro sobre campo de gules, tan habituales en nuestra heráldica gentilicia:El objeto del presente correo que le envío desde Vilches (Jaén), conquistado tras la batalla de Las Navas, y ya no vuelto a perder, es el de comentarle que la bordura de aspas (Entrada al Blog de 5 de diciembre de 2007), efectivamente es por la toma de Baeza, que tradicionalmente se consideró que fue conquistada el Día de San Andrés, por eso el rey concedió borduras con las cruces de San Andrés a todos los caballeros que participaron en la conquista.

Un saludo:

Francisco Luis Sola-Isidro Olmo

viernes, 6 de noviembre de 2009

LAS CADENAS

Envía unos párrafos el soi-dissant marqués de Utrera para aclarar el asunto de las cadenas que se exponía ayer mismo. Estas son sus atentas palabras:A pesar de la buena voluntad de tu artículo, en realidad las cadenas significaban una exención de fuero, es decir, que quien se refugiaba en el recinto cercado de las cadenas adecuadas se sometía a su fuero jurisdiccional especial: la iglesia, la universidad o el rey. Las cadenas que rodeaban (y aún rodean) las catedrales delimitaban el punto hasta donde se ejercía tal jurisdicción.

La costumbre señala que si el rey pernocta en una casa (no vale con tomar sólo cafe o café solo -que no es lo mismo) sino que ha de dormir allí (si no dormir, pasar la noche, que él sabrá cómo le divierte más hacerlo), se posee el derecho a colocar cadenas en la fachada.

Palabras del marqués de Utrera que coinciden con las líneas remitidas amablemente por el sedicente barón de Sórvigo, que son las que siguen a continuación:En tiempos oí que las cadenas se disponían cuando el rey pernoctaba en un lugar. Si se dispusieran sobre las fachadas de los edificios por la mera entrada del rey ¿cuántos restaurantes de Madrid no tendrían cadenas a tutiplén?

De hecho, en Soria sólo conozco cadenas en la fachada del palacio de los Marichalares, que es donde pernoctó Alfonso XIII en su visita a la ciudad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

AL HILO DE LAS NAVAS II

Siguiendo con los temas al hilo de lo expuesto sobre las Navas, cabe reseñar aquí el asunto de las armas que realmente portaba el rey don Sancho VII de Navarra durante la campaña. Don Sancho se armaba de gules con un águila sable, motivo heráldico de su entera elección toda vez que su padre, el rey don Sancho VI, se armó de gules pleno. Armas estas últimas que los sucesores del rey don Sancho VII rescatarían como propias de la dinastía de Navarra: El campo de gules pleno.

De la propia batalla surge el asunto de las cadenas de Navarra. Efectivamente, el rey don Sancho VII fue el que, demostrando un arrojo propio de un rey de esa época, alcanzó a tomar por la fuerza el fortín del rey moro. Fortín definido por una larga serie de esclavos negros que, atados sus cuellos con cadenas, defendían la tienda del califa. Cadenas que el rey Sancho superó por la fuerza de las armas alcanzando con ello fama de gran guerrero, pero que jamás dispuso sobre su escudo.Como sabe, improbable lector, las supuestas cadenas de Navarra no son más que una bloca, un refuerzo que en los escudos de madera de la etapa medieval de nuestra historia se clavaba sobre la madera para hacerla más resistente a los golpes.

Las primerísimas armas, entorno a los años 1120-1140, buscaron colorear escudos que llevaban incorporados blocas. Las blocas, como se ha expuesto, eran unos refuerzos de metal que aseguraban que, ante los golpes de espadas sobre la superficie exterior del escudo, estos no se deshicieran.

Los escudos medievales no estaban confeccionados en metal, sino que eran fabricados con listones de madera que la bloca aseguraba. Tan habitual era, que la bloca ha sido el elemento que ha determinado las particiones que hoy podemos apreciar en los escudos. Las particiones actuales siguen las líneas de la bloca.

Ya se ha habló de esa circunstancia en otro lugar de este blog.Otro hecho reseñable relativo a lo anterior es el del asunto de los esmaltes dispuestos sobre el escudo que portó este rey-guerrero, don Sancho VII: Un campo de gules, heredado de su padre, al que añadió un águila de sable en contra, aparentemente, de las normas más elementales de la heráldica que exigen que no se disponga color sobre color, ni metal sobre metal.Pero aún hoy en día, no es extraño ver escudos que incumplen esa norma, sobre todo con el color sable. Y es que en buena medida este esmalte se ha considerado, como el púrpura, tanto color como metal. Baste recordar las armas del cardenal Wojtila, después papa Juan Pablo II de santa memoria, quien optó por esa combinación, por otro lado del todo estética, de disponer sable sobre azur hasta que alcanzó el papado.Continuando con las anécdotas que van surgiendo a partir de la batalla de las Navas significar que, como se ha expuesto, el único personaje que no porta sus armas en el monumento conmemorativo que ha dado lugar a estas entradas es el arzobispo Ximénez de Rada.Durante la batalla este eclesiástico portó efectivamente la misma cruz que hoy se expone en las Huelgas de Burgos y que servía para significar al conjunto de las tropas cristianas. Cruz que permanecía siempre en alto durante las acciones bélicas para que, al morir, los cristianos pudieran lanzar una última mirada al símbolo cristiano por excelencia.Cruz que la Iglesia universal quiso ensalzar estableciendo que la fecha de la batalla, dieciséis de julio, sirviera como marco para la celebración de la fiesta de la victoria de la santa cruz, que aún hoy en día sigue vigente.Para terminar con esta serie, y al hilo de las supuestas cadenas de las Navas y el escudo de Navarra, surge otra curiosidad. Es la relativa a las fachadas que exhiben cadenas.

El pueblo desde el que se redacta este tedioso blog, Torrelodones, fue a principios del siglo XX lugar de vacaciones de la alta sociedad de Madrid. Así, cuenta con un buen número de palacetes, la mayoría con capilla aneja, que pueden considerarse verdaderos monumentos arquitectónicos. Entre ellos, hemos tenido la suerte de visitar recientemente el denominado palacio del Canto del Pico. Este lugar fue residencia de verano del conde de las Almenas.Siendo entonces costumbre aprovechar el ocio para visitarse unas familias a otras en las propias casas, el insigne político don Antonio Maura, que residía también en otro palacio del municipio, encontró la muerte estando de visita en la residencia del conde de las Almenas.En la fachada de este edificio, el palacio del Canto del Pico, se exhiben unas grandes cadenas dispuestas cerca del tejado. Cadenas que significan, desde inmemorial, que un rey ha visitado la casa.Como nota de humor se expone que si algún compañero de armas de la guardia real lee estas líneas, le ruego transmita a nuestro rey don Juan Carlos la invitación a que se digne visitar mi humilde domicilio, donde podrá tomar un café, para poder así despachar la herradura que adorna el dintel de la puerta de entrada. Herradura que mi esposa ha decorado ¡con flores!, pudiendo de este modo disponer unas cadenas, que dan un toque mucho más señorial y distinguido, acorde a los palacios que existen por la zona.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

AL HILO DE LAS NAVAS I

Me recrimina doña Arancha Piedrafita y Martín, Zalabardo y Orejas, de los Piedrafita de Zaragoza de toda la vida, mi esposa, cuyas armas son estas, que cuando comienzo a contar cosas no soy capaz de callar. La prueba evidente de su razón es que no acostumbra a escucharme cuando empiezo a hilvanar un sucedido detrás de otro. Al contrario que mi hijo mayor, Arturo Carrión y Piedrafita, Rangel y Martín, de los Carrión de Torrelodones de toda la vida, aún no don Arturo que no es bachiller, de once años, que en su inocencia todavía considera divertidísimas las cosas que se me van ocurriendo.

Hoy se proponen, improbable lector, un par de anécdotas surgidas a partir del relato del monumento conmemorativo de las Navas.Revelan las crónicas que días antes de la batalla, el ejército cristiano no encontraba un paso franco para atravesar la escarpada sierra. Suponiendo la impedimenta necesaria para trasladar un ejército que alcanzaba los ciento cincuenta mil hombres, el asunto se tornó crucial. Se resolvió recurriendo a la experiencia de un joven pastor que, presentado en la tienda del rey Alfonso VIII, reveló la existencia de un paso secreto. Paso que aseguró la movilización de todo el contingente cristiano al otro lado de la sierra sin percance y que, en última instancia, aseguró el éxito de la batalla.Las milicias de la villa de Madrid que acudieron a la convocatoria de su rey para participar en la batalla, quisieron ver en aquel joven al mismísimo san Isidro, cuyo cuerpo incorrupto se muestra en la fotografía que sigue. De hecho, cuenta una piadosa crónica, un mes después de concluida la campaña, el propio rey Alfonso VIII de paso por Madrid para agradecer su esfuerzo bélico y humano, queriendo venerar el cuerpo incorrupto de su santo patrón reconoció en él al joven que reveló el paso secreto para alcanzar el lado sur de la sierra.No obstante lo anterior, la realidad fue mucho más prosaica. El joven era en realidad un pastor, Martín Alhaja, que aprovechó la circunstancia favorable para pedir el favor de su rey. Favor que alcanzó, siendo el origen, al modificar su apellido, del linaje Cabeza de Vaca, uno de cuyos descendientes fue conquistador de la Florida y del norte de México, hoy territorios desgajados de la corona española en Norteamérica.

El origen de ese curioso apellido proviene de un cráneo de vaca que servía de señal para indicar el inicio del camino que conocía el muchacho. Cabezas de vaca que aún portan en bordura de azur los descendientes de aquel pastor cuyas armas, establece una leyenda, otorgó el propio rey don Alfonso VIII.Al hilo de esta anécdota surge otra inmediata. Las huestes que envió a las Navas el concejo de Madrid, nos recuerda la crónica de un protagonista de primera mano, el arzobispo Ximénez de Rada, no portaban como emblema los conocidos oso y madroño, sino un sembrado de estrellas de plata sobre el gules del reino de Castilla. Sembrado de estrellas que no era tal sino la representación de la constelación de la osa mayor, que entonces significaba a la villa.

lunes, 2 de noviembre de 2009

NAVAS DE TOLOSA

El monumento que hoy se propone a su consideración, improbable lector, es el que existe en el lugar de la crucial batalla de las Navas de Tolosa, en la provincia de Jaén. Fue inaugurado en julio de 1912, conmemorando los setecientos años desde aquella victoria. La fotografía que sigue a este párrafo recoge aquel momento. En ella se reconoce al obispo de Jaén, don Juan Manuel Sanz y Saravia, al que acompañan otras autoridades. Todos muy graves y circunspectos.La batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar en la mañana del lunes dieciséis de julio de 1212, supuso avanzar la frontera existente entre los reinos cristianos y los reinos moros más allá de la línea de separación natural entre el norte y sur de esta península llamada Ibérica. Se superó Sierra Morena que establecía la división de ambos territorios. De hecho, tan solo cincuenta años después de la batalla se tomaba Cádiz.Si la reconquista no terminó en el propio siglo XIII, sino en el XV, fue consecuencia de las declaraciones de vasallaje de los sucesivos monarcas moros del reino de Granada y el consiguiente pago de las parias.

Participaron en tan decisiva batalla los reyes de Castilla, de Navarra y de Aragón. El rey de León andaba en pleitos con el castellano y no se presentó al campo del honor a pesar de haber sido convocada una bula de cruzada por el propio papa Inocencio III de Roma.El soberano de Portugal sí acudió a la batalla, si bien no fue representado en el monumento al tratarse de un rey, en 1912, al igual que hoy, extranjero.Igualmente acudió un soberano peninsular que no poseía el título de rey, don Diego López II de Haro, V señor de Vizcaya, que se había declarado vasallo del rey de Castilla recientemente.

Lo llamativo del monumento es que la identificación de cada uno de los personajes que se han representado en el mismo recurre a su heráldica particular. Así, se reconoce al rey Alfonso VIII por medio de su escudo de Castilla, al rey Pedro II de Aragón a través de los palos y al rey de Navarra, Sancho VII, que se representa tras un escudo con cadenas. Cadenas que no portaba realmente en la batalla toda vez que sus armas eran de gules con un águila de sable pero que, en cualquier caso, identifica al soberano del reino navarro.

El V señor de Vizcaya también porta sus armas en el monumento, dos lobos de sable pasantes, colocados en palo, en campo de plata, con bordura de gules cargada con ocho aspas de oro.El único personaje que no ostenta sus armas en el monumento es el arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada que, paradójicamente, fue quien realmente portó, apoyado en el estribo de su montura, un asta de palo sobre la que se dispuso una cruz enjoyada, con cuña inferior para su engaste, que aún hoy se puede apreciar en el museo del monasterio de las Huelgas de Burgos y que sirvió para identificar al conjunto de las tropas cristianas.