jueves, 21 de octubre de 2010

LAS ARMAS DE LA INFANTA DOÑA LEONOR, Y IV: PROPUESTA FINAL

Considerando lo expuesto en las anteriores entradas sobre el tema del título, desde este tedioso blog se hace sin más dilación propuesta razonada de las armas que podría adoptar la infanta doña Leonor ahondando, no obstante, en la convicción expuesta de que cualquiera que sea la decisión final que se adopte será acatada sin crítica alguna, como corresponde a un heraldista decente.

En relación con el timbre, la comunidad heráldica alcanzará, imagino, consenso. La taxonomía recoge la existencia de la corona de infante y es la que, sin duda, debería timbrar el escudo de la infanta.
Pero los grandes de España, sea cual sea el título que ostenten, añaden manto de armiños con vuelta de gules que, en la estética disposición que ya conoce, improbable lector, sirve como marco de sus armas.
Ese manto se introduce por la corona abierta formando un bonete interior. Bonete que determina, sin más, la grandeza de España del poseedor de un escudo.
Dado que jerárquicamente el infante es superior al grande de España, es obligado disponer bonete de gules en la corona que timbre las armas que hoy se proponen.
En cuanto a los adornos exteriores el consenso no existirá en el seno de la comunidad heráldica. La propuesta del teniente coronel García-Menacho, las palmas acoladas, está basada efectivamente en un elemento heráldico de gran tradición para las damas.
El ejemplo más significativo quizá sean los escudos que identifican el sepulcro de la reina Mercedes, esposa primera que fue del rey don Alfonso XII.
El uso de las palmas recuerda vivamente los laureles del imperio de la ciudad de Roma, heredados por todos los imperios posteriores, hasta el napoleónico, por mucho sentido heráldico que se le encuentre.
Hoy, para el caso que nos ocupa, parece más acertado el uso de la más alta condecoración dinástica: el Toisón;
o estatal: la orden de Carlos III.
Consecuentemente con lo anterior, mi propuesta de adorno exterior es la adición del collar del Toisón, si efectivamente lo posee la infanta cuando se regulen jurídicamente sus armas, o bien la banda de la gran cruz de la orden de Carlos III, o incluso el collar, que ya debería poseer.
Atendiendo al contorno de las armas, lo que denominamos boca del escudo, mi proposición no solo no alcanzará consenso sino que será difamada. Sugiero que la heráldica de la infanta doña Leonor mantenga forma de lo que es: un escudo,
obviando las figuras de rombo o de óvalo. Vuelvo a traer el ejemplo de las armerías de la reina doña Mercedes, en la catedral de santa María la real de la Almudena.
La boca de sus armas mantiene la forma de escudo español, no de un extraño losange o de óvalo. Nuestra historia es rica, en cualquier caso, en ejemplos de este tipo. Es verdad que las armerías dispuestas con forma de losange son abundantes en la feminidad británica.
En estos reinos que hoy son España no tanto. Una dama puede ostentar, perfectamente, un escudo con forma de tal: con boca española.
Resulta en todo punto una composición más estética y además, es evidente, permite disponer las figuras en su interior sin necesidad de recurrir a extraños escorzos.
Y abordando ya la materia propiamente heráldica, el contenido de lo circunscrito en el escudo, se aboga por lo siguiente:

La infanta doña Leonor no debe asumir como propias las armas de España plenas, sin diferencia.
Solamente el titular de la nación, el rey, debe ostentarlas. El argumento a favor de esta idea se ha expuesto ya sobradamente en las entradas previas.
En consecuencia se requiere diferencia suficiente sobre la base de las armas reales-nacionales. Dado que el lambel ha sido tradicionalmente la figura utilizada en la familia real,
no solo en la dinastía de Austria,
sino en la actualidad por el propio príncipe de Asturias
y cuatro de las infantas,
ésa pieza ha de ser la elegida para diferenciar las armas de la infanta doña Leonor.

Se ha expuesto además el criterio que exige que el esmalte del lambel sea de azur para el heredero
y de plata para los hijos de rey no llamados a la sucesión.
Una opción lógica por tanto, dado que doña Leonor es sucesora del heredero, es que el lambel de sus armas no sea de plata, puesto que está llamada por el derecho a reinar. Pero tampoco es la inmediata sucesora. En consecuencia se propone una primera opción como brisura de las armas de la infanta: Un lambel de gules.
De esta forma sus armas resultarían similares a las de su padre, el príncipe de Asturias, pero con diferencia suficiente que no llamara al equívoco. Resultaría algo similar a esto:
Si esta opción no se aceptase, considerando que el simple cambio de esmalte podría motivar confusión, por ejemplo en armerías representadas en blanco y negro, se expone otra propuesta:

Mantener las armas del príncipe de Asturias, siguiendo la lógica de herencia de armerías, pero añadiendo algún elemento que diferencie suficientemente. Quizá lo más lógico, siguiendo los manuales de heráldica al uso que ya conoce, improbable lector, sería entonces añadir al lambel del príncipe algún mueble heráldico.

Las opciones en este ámbito pueden tornarse infinitas. Se sugieren razonadamente algunas:

Cargar el lambel de azur con alguno de los muebles que representan heráldicamente los reinos que conforman España. Por ejemplo con el mueble principal de las armas del reino de Castilla: un castillo. Castillo, por cierto, que dispuso sobre su escudo por primera vez el rey de Castilla don Alfonso VIII cuya esposa, doña Leonor de Inglaterra, comparte su nombre con la infanta.
El inconveniente evidente de esta opción es que los reinos no representados podrían considerarse ofendidos, y probablemente con razón.

Otra posibilidad vendría definida, siguiendo el modelo que ha puesto en uso el príncipe Guillermo de Inglaterra, por cargar el lambel con el mueble principal de las armas maternas. La princesa de Asturias usa por armas las que siguen, según dicta la red,
bien podría entonces cargarse el lambel con la rosa de gules de las armas de doña Letizia, aunque quizá esta posibilidad recordara en exceso las costumbres heráldicas británicas.
Y para terminar, he dejado expresamente para el final el modelo que me parece más lógico y estético, optar por el mueble que, repetido, define las armas de la dinastía reinante, a la que doña Leonor pertenece: la lis borbónica.
Cargar el lambel con una flor de lis parece argumento acertado: Al no escoger el mueble de las armas de uno de los reinos, el resto no se sienten ofendidos; realmente es diferencia suficiente sobre la base de las armas heredadas por la infanta doña Leonor de su padre, el príncipe de Asturias; se trata de un elemento dinástico ausente de connotaciones; y además, el resultado confiere a la composición heráldica en su conjunto un toque de evidente sensatez y buen gusto heráldico.