miércoles, 15 de diciembre de 2010

AUMENTOS DE HONOR, I

La inconclusa Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, del nóbel norteamericano Steinbeck, fue publicada hace muchos años en España por Edhasa, sin duda la mejor editorial, y más prolija, sobre novela histórica en castellano. El libro cuenta con un apéndice en forma de correspondencia del autor con su editor y otros diferentes personajes, revelando detalles sobre el desarrollo de la redacción de la novela. Las últimas cartas, en las que describe su incapacidad para continuar, y prácticamente concluir la trama, resultan esclarecedoras.
A pesar del propio hilo argumental de la obra, basado en la sucesión de relatos que se inician y concluyen en sí mismos, desentrañando las aventuras de los caballeros de la corte de Arturo de Bretaña, un capítulo determinado es el centro de la narración: Gawain, Ewain y Marhalt.
La trama del mismo es simple pero extensa: Los tres caballeros, que recorren camino en busca de aventuras, coinciden en una encrucijada con tres distinguidas damas. Damas que deciden dividir su propio grupo, acompañando cada una a un caballero a desfacer entuertos por esos mundos de Dios, acordando encontrarse en el mismo lugar un año después.
Al comienzo del capítulo se relata una escena que enlaza, en sentido contrario, con el aspecto heráldico que en entradas sucesivas se desea abordar: en un claro del extenso bosque cinco damas, entre llantos y sollozos que muestran una rabia incontenida, arrojan barro que cogen del suelo sobre un escudo, de plata pleno, que cuelga de las ramas de un árbol. El escudo pertenece a un caballero que lo ha abandonado al ir a dar de beber a su montura.
Las damas, al lanzar barro sobre el escudo, pretenden de alguna forma vengar su honor que el caballero ha mancillado.
Esta forma de actuar de las damas pone de manifiesto que durante la etapa clásica de la heráldica, toda vez que la novela de Steinbeck es adaptación del relato de sir Thomas Malory del siglo XV, se podía recibir tanto afrenta como honor en el propio escudo.
Es decir, esa actitud revela que las armerías eran de alguna forma sustento de la propia identidad del caballero, pudiendo en consecuencia recibirse premio o castigo sobre el propio escudo.