martes, 8 de febrero de 2011

GENERAL WRANGEL

MI NIETO DON DIEGO Y LA HERÁLDICA DE LOS WRANGEL

Por el doctor don José María de Montells y Galán
I vizconde de Portadei, en el reino de Georgia
Juez de armas de la Orden de san Lázaro



Los Reyes Magos, siempre tan atentos conmigo, me trajeron el pasado día 7 de Enero un nuevo nieto: don Diego de Montells y Carmona.
Un precioso bebé, igualito a su hermano Guillermo, que duerme confiado y tranquilo ajeno al mundo que le rodea. Ignora lo que se avecina, mejor para él. A mí se me antoja que no pinta nada bien la revolución egipcia, pese al entusiasmo de los medios de comunicación nacionales, siempre tan ciegos ante la palabra talismán: democracia. Un niño, creo yo, es siempre una bendición de Dios, y un nieto, una fiesta de la vida, una confirmación íntima de la supervivencia de nuestra sangre para cuando abandonemos este Valle de Lágrimas.
Me he quedado con las ganas de que alguno de mis hijos fuese militar. No lo fui yo porque, de alférez de complemento de la IPS, me dí cuenta que uno no está hecho para las interminables guardias nocturnas, las marchas sin descanso, la instrucción de orden cerrado… en fin, para todas esas cosas que requieren un sacrificio vocacional del que carezco. Lo he dicho por activa y por pasiva, soy indolente. Pero me queda el consuelo de mis nietos. Miro a mi nuevo nieto y me figuro que no fallaré con este nuevo vástago y que será militar. Ya le veo en el Estado Mayor, sobre un mapa con banderitas, proyectando un avance de carros tal que un nuevo barón Wrangel.
Hace muy poco, escribí en el blog de los Doce Linajes de Soria un artículo sobre la Divisa de San Miguel El Taumaturgo, heredera de la tradición de la llamada Orden de San Miguel, recompensa militar fundada por el barón Pedro von Wrangel, héroe de la resistencia anticomunista en Rusia, por el que siento verdadera veneración.
Mi descaro quizá, propició un rapapolvo de mi amigo José Juan Carrión Rangel, pues veía una contradicción entre mi defensa de una Orden de la Legitimidad Proscrita, fiel a los principios del carlismo, y mi decidida apuesta por una Divisa renovada, más inclinada a los principios caballerescos que a los políticos. Probablemente me expresé mal. La Divisa no ha traicionado la ideología fundacional, no ha evolucionado abandonando el ideario antibolchevique de sus orígenes, sólo ha puesto más énfasis en divulgar los valores de la Caballería.
A lo que vamos: me doy cuenta de que en el artículo en cuestión, nada dije de la heráldica de los barones Wrangel. Y no es cuestión menor cuando uno lee que la heráldica, en opinión de un exdirector de la Academia Matritense de Heráldica y Genealogía nada menos, ha quedado obsoleta por los vientos de la Historia. Yo soy de los que piensan que la heráldica sigue vigente y que tiene vida para rato. No creo tampoco que sea una ciencia auxiliar de la historia, si no una ciencia a secas y en todo caso, una rama importantérrima de la historia del Arte.
Los Wrangel procedían del Báltico, de Suecia, de hecho, su título procedía de aquel Reino y fue reconocido como propio por la Dieta de San Petersburgo, al rusificarse una rama de la familia.
Naturalmente, tenían derecho a timbrar su armas con la corona baronial pero, en un espléndido gesto de soberbia, prescindieron de ella y prefirieron su escudo primigenio (de plata, un muro almenado de sable) sin aumentos de honor.
Mi admirado barón Pedro von Wrangel (1878-1928) fue comandante en jefe del Ejército Blanco, Fundador de la Unión Militar y Jefe supremo de la Orden de San Miguel, que discernía entre sus oficiales. Su hermano Nicolás (1880-1915), un destacado historiador de arte, también utilizó el escudo familiar sin la corona que le correspondía. El blasón se reproduce aquí, en un soberbio diseño del heraldista ruso actual, Michael Medvedev.
Al comenzar la Guerra Civil Rusa, Wrangel se unió a las fuerzas antibolcheviques del sur de Rusia. Primero mandó una división de caballería y luego todo el Ejército del Cáucaso. Durante el verano de 1919, el ejército del sur realizó una gran ofensiva, coordinada con las de Kolchak en el Este, Yudénich en el Báltico y Miller en el norte. Wrangel obtuvo importantes victorias, la más importante de las cuales fue la conquista de Tsaritsyn (luego Stalingrado) el 2 de julio. Obtuvo fama como administrador justo y competente, y no permitió a sus tropas saqueos o tropelías sobre la población civil, al contrario que otros generales blancos.
A primeros de 1920, fue acusado de conspirar contra el general Denikin, siendo obligado a dimitir por el Estado Mayor Blanco. Unos meses después, en abril de 1920, fue requerido de nuevo por el Estado Mayor para encabezar una nueva ofensiva blanca en Ucrania. El nuevo ejército de Wrangel se componía de 35.000 hombres, lo que significa que las fuerzas eran equilibradas respecto a las que poseía el Ejército Negro en la zona, pero carecía del apoyo campesino de que disfrutaba este último.
Después de distintas vicisitudes, Wrangel instituyó una serie de reformas que convirtieron a Crimea en la zona más próspera de Rusia durante la Guerra Civil, trató de ganarse a los cosacos del Don y estableció relaciones con las repúblicas anticomunistas del Cáucaso.
Enfrentado a fuerzas muy superiores, perdió casi la mitad de su ejército y fue obligado a retirarse. Desde Crimea organizó la evacuación hacia Constantinopla, entre el 8 y el 16 de noviembre de 1920, de 150.000 seguidores. De Turquía pasaron a Túnez, y de allí a Serbia. El barón fue líder del Movimiento Blanco en el exilio y creo diversas organizaciones, entre ellas la orden de San Miguel, que siguió otorgando, para preservar la unidad de todas las fuerzas rusas blancas en el exilio.
Falleció en Bruselas en 1928, a los 49 años. Durante bastante tiempo, su familia mantuvo que fue envenenado por el hermano de su mayordomo, presunto activista soviético. Sus memorias fueron publicadas en la revista Causa Blanca, en Berlín, ese mismo año. Fue enterrado en Belgrado.
No sé lo que esta sociedad tan buenista e indefensa deparará a mi nieto Don Diego, que apenas se asoma a este terrible y maravilloso mundo. Para mí, sería una enorme satisfacción que encaminase sus pasos hacia la carrera militar. Que sea un jefe honesto y querido de los suyos, algo así como un Wrangel del siglo XXI. Por lo pronto y por si me hace caso, ya tiene asegurado un Registro de Armas, que para eso soy su gozoso abuelo.