jueves, 31 de marzo de 2011

OCTAVA LEY

Hoy me permito proponer a su ingente sabiduría, improbable lector, un doble texto. Se trata, tanto de un reflexivo y bien configurado documento, como del mensaje que lo acompaña, remitidos por don Florentino Antón Reglero, uno de los grandes de nuestras ciencias heroicas.

Éstas que siguen son sus palabras:

Estimado José Juan:

Yo también ando liadísimo y no siempre puedo entrar en tu reconfortante Blog. Menos mal que la estructura nos permite ver de una sentada todo el material atrasado de unos días.

Quiero agradecerte el esfuerzo que a diario haces para mantenerlo abierto. Sé lo difícil que resulta quitar horas de sueño o de atención a la familia, que indudablemente es prioritaria, y lo problemático que ello puede resultar. Aún así estás a diario en la brecha defendiendo a pecho descubierto la ciudadela. Mi más sincero reconocimiento por ello y muchas, muchísimas gracias.

También recuerdo haber leído el comentario pacificador del Barón de Sorvigo, lleno de indudable inteligencia socarrona, al que doy la razón en cuanto a que Xavier García no pretendía ofender. En realidad era la forma de decir las cosas lo que me pareció fuera de lugar, no el hecho, en sí, de que las dijera. Le doy las gracias también por sus palabras hacia mi. Lamento no haberle conocido en las jornadas.

Te remito hoy otra de esas cosas mías, con la que puedes obrar con libertad. Me ha resultado difícil sintetizar el contenido intentado que quedara claro, y he utilizado esa metodología expositiva de forma especial para aquellos que necesitan como Santo Tomas ver para creer. Es decir, he intentado poner en funcionamiento la filosofía, la antropología y la matemática al servicio de la Heráldica convirtiéndolas en sus auxiliares. No sé si lo he conseguido o se me entenderá. Pero ahí queda.

Te envío mi más cordial y afectuoso saludo

Florentino Antón Reglero



SOBRE EL PRIMER CRITERIO DEL DISEÑO HERÁLDICO: “DE LA NITIDEZ (C1)”

Dr. Florentino Antón Reglero
Capitán de la Marina Mercante Española
Master Universitario en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía


Aunque la estilización heráldica no aparece tratada de forma específica y con suficiente claridad por los autores españoles de los siglos XVIII y XIX, sí lo hacen de forma incipiente, y es de agradecer, tanto Messía de la Cerda como Cadenas y Vicent, entendiéndola, a mi juicio, como una respuesta a la búsqueda de la nitidez de las figuras a través del realce de sus contornos, de la sencillez del dibujo y de la no utilización de cualquier recurso pictórico que pueda entorpecer su visión diáfana, en decir, sombras y matices de color en un mismo plano. Se trata de una característica considerada fundamental en el diseño heráldico, y que, por ello, he preferido incorporar en plano de igualdad metodológica al resto de las normas ya existentes, considerándola por mi parte como la “Octava Ley”. Y es ésta la causa por la que suelo definirla diciendo que «Todas las figuras deben dibujarse con sencillez, haciendo resaltar su perfil más característico, sin sombreados ni matices de color en un mismo plano, de modo que resulten nítidas a la vista, a la vez que se destaquen sus atributos más significativos con el fin de ser plenamente identificadas con facilidad».

Pero si bien esto puede ser suficiente para la labor creativa del diseñador heráldico, no debiera serlo tanto para el heraldista, cuya perspectiva ha de estar más situada en el plano de las causas remotas que en el de las próximas. Es por ello que, desde las posibilidades que nos brinda un enfoque hecho desde la antropología sociocultural, resulta prioritario descubrir la razón lógica del criterio, utilizando como hipótesis de trabajo la relación () (mi ordenador, bastante antiguo, dispone un cuadrado en vez del símbolo de equivalencia matemático que remite en su texto don Florentino) que pudiera tener con el sentimiento colectivo, más o menos consciente y razonado, que de la belleza poseía la sociedad medieval en la que las formas heráldicas han nacido, es decir, con aquella parte de los Fundamentos de la Estética Medieval (FEM) que pudieran poseer alguna relación directa con esta primera norma.

Si quisiéramos expresar de manera sencilla los contenidos del Criterio de la Nitidez (C1), podríamos recurrir a una expresión matemática tal como [C1 = f (C1a, C1b, C1c)], en la que C1 es el propio criterio, al que encontramos siendo función (dependiendo) de (C1a = la estilización) entendida, ya lo hemos dicho, como realce del contorno exterior, perímetro lineal o espacial de la imagen, en busca de su nitidez en relación con la superficie donde está pintada, grabada o esculpida. Pero la nitidez depende también de (C1b = la claridad) y, por consiguiente, de la limpieza de los colores. De ahí que en el diseño heráldico no se admitan ni las sombras ni los sombreados, y que, en origen, los colores, en su uso, fueran puros, sin gamas que pudieran entorpecer la diáfana visión de las partes dentro del conjunto, gracias, precisamente, a las exigencias de la nitidez que proporcionan los contrastes. Además, la estilización como realce del contorno externo de la imagen pretende ir más allá, y exaltar en (C1c = la simplicidad) los atributos de lo representado, haciendo uso de un diseño que podríamos considerar enmarcado en el campo de la caricatura, por lo que se halla íntimamente relacionado con el concepto de ‘forma’. Siguiendo la misma estructura matemática que venimos usando como método, se trataría de establecer el nivel de relación (NR) aquí existente, algo que podríamos expresar en este caso bajo la fórmula NR1 = FEM1  C1. , en el que FEM1 = f (F2, F1, C2)

Cuando las formas heráldicas germinas, una esuela filosófico-teológica (schola monástica), fundamentalmente mística y simbólica, está llegando a su plenitud. En ella encontramos una concepción de la estética exclusivamente metafísica, basada en la cosmovisión cristiana del universo, que se hace heredera de contenidos de origen pitagórico-platónico-neoplatónico puestos al servicio la belleza. De este modo, el artista, situado en el microcosmos, está “obligado” a reflejar en su obra la belleza del macrocosmos, creación divina, mediante la aplicación del canon matemático con que todo fue hecho -metafísica de la proporción y de la luz-. En ese mismo tiempo de plenitud medieval, una segunda escuela filosófico-teológica nace (schola clericales). En ella germina, florece y se desarrolla la Escolástica, marcando el pensamiento de toda la Baja Edad Media, y aportando a ese objeto de nuestro interés -la metafísica de la proporción y de la luz- un complejo sistema conceptual al que no es ajena la obra de Aristóteles, y en el que los conceptos semánticos de figura y de forma adquieren para nosotros un definitivo valor.

Cuando nos acercamos a la concepción de la belleza desde la perspectiva de la schola monástica, necesariamente habremos de hacerlo con la visión estética del cosmos que nos proporciona la triada sapiencial: numerus, pondos et mesura, de la que derivan precisamente el modus (magnitud, dimensión, medida), la forma (imagen, figura), y el ordo (orden, ordenación).

Como vemos, la forma esta presente desde el principio en la percepción estética de la belleza en la Edad Media a través de la concepción intelectual de la triada sapiencial, de la que toma la imagen para percibirla y justificarla desde el inherente cuantitativo de la figura (F2), ligada a la estilización (C1a), y desde el inherente cualitativo de la forma (F1), ligada a la sencillez (C1c) que realza los atributos. En estas dos percepciones de la imagen reside uno de los dos aspectos de la nitidez. El otro procede del color, como respuesta metafísica a la Luz Divina (C2 = luminosidad, claridad), aunque aquí nos limitemos a considerar su realidad objetiva centrada también en la búsqueda de la nitidez; constatando que el uso de colores elementales, intensos, bien definidos, sin matices, que se aplican sobre superficies bien delimitadas, capaces de superponerse en una yuxtaposición ordenada de contrastes, resulta ser una costumbre generalizada del ciclo medieval, y, en consecuencia, no una norma exclusivamente heráldica ajena a la realidad circundante.

Podríamos significar ese conjunto de relaciones mediante expresiones como: C1a  F2; C1c  F1; C1b  C2, para concluir diciendo que el primer criterio del diseño heráldico, el de la nitidez, no fue aleatorio, sino determinado por la percepción que de la belleza tenía la sociedad medieval. Y puesto que hay congruencia, terminar diciendo que FMN1 Ξ C1.