sábado, 10 de marzo de 2012

BLASONAR

SOBRE EL BLASONADO HERÁLDICO (II)


Por el doctor don Florentino Antón Reglero
Capitán de la Marina Mercante Española
Máster Universitario en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía

Sobre el blasonado heráldico (II):
Ritmo descriptivo y variables

Si nos atenemos a lo que se tiene en castellano por reseña, debemos considerar que se trata de la acción y efecto de reseñar algo, lo que el mismos diccionario de nuestra lengua entiende como el describir o el tomar brevemente nota por escrito de los rasgos distintivos de una persona, animal o cosa de modo que sirva para su identificación. Está claro que, por definición, las reseñas deben ser breves a la par que suficientemente precisas como para servir al fin de identificar tanto a personas como a animales o a cosas que son objeto material de lo descrito.

Por otra parte, partiendo del sentido que para el lenguaje, en general, tiene el término ‘ritmo’, podemos entender que en nuestro caso, con relación a las manifestaciones iconográficas de naturaleza heráldica, tenemos por ritmo descriptico “la lógica y apropiada combinación sucesiva de expresiones, voces y términos heráldicos y no heráldicos utilizados en el blasonado de las armerías; dando preferencia al orden que desde hace mucho tiempo viene siendo reconocido como conveniente por los especialistas”. Aclarados estos conceptos, no cabe la menor duda de que la bondad y pertinencia de cada reseña, nota o blasonado dependerá del ritmo descriptivo que hayamos sido capaces de conferirles, y es en este punto donde la economía del lenguaje se hace patente mediante la expresa valoración de esos dos factores que por definición hacen parte de su propia esencia, y que, convertidos por su naturaleza en variables en el marco de los trabajos de investigación, hemos venido a llamar “Precisión descriptiva” y “Brevedad expositiva”.

La precisión en las descripciones sirve al propósito de acercarnos a la realidad objetiva de los contenidos iconográficos de cada unidad de análisis, es decir, de cada armería, pues no podemos olvidar que existe la posibilidad de que un mismo motivo -las armas de un linaje o de una comunidad municipal, por ejemplo, en cuanto a su fin, simbólico o semiótico, que sería el motivo- pueden dar lugar a diversas interpretaciones plásticas, y ser precisamente el conocimiento y el posterior análisis de esas variantes el objetivo general de la investigación, por ser ellos la derivada del problema que inicialmente se ha planteado.

La ambigüedad o la imprecisión descriptiva se han convertido en uno de esos falsos axiomas que en la heráldica se han ido desarrollando y consolidado con el paso del tiempo sin más justificación que la llamada ‘libertad de estilo’, la necesidad de ser ‘breves’ y no exhaustivos, o el clásico ejemplo de las calderas con sierpes que se han ido multiplicando a gusto del dibujante, muchas veces no precisamente experto en diseño heráldico, y que ha terminado convirtiéndose en una coletilla, pues es el único ejemplo que he visto repetir hasta la saciedad.

La “Precisión descriptiva” como variable propia de los blasonados no se opone en nada a la libertad de estilo, que es una cuestión completamente diferente; la necesidad de ser concisos en las reseñas se resuelve con la buena aplicación de los lenguajes que conforman el ritmo descriptivo, para el que la variable “Brevedad expositiva” es pieza clave; y la cuestión de las sierpes no existiría, posiblemente, si desde su origen se hubiese hecho una buena descripción de la figura; aunque, conociendo nuestro gusto por el y yo más y las brisuras a la española, a base de modificar colores, incorporar muebles, o multiplicar los existentes, mucho me temo que hubiera dado igual, y que la causa ha estado más en el no decir mucho, el otro falso axioma relativo a nuestros blasonados, que en el de decir por exceso.

Pero la ambigüedad en las reseñas, desde nuestra experiencia, sí suele producir errores conceptuales, incluso graves, al traducirse en expresión plástica. Porque, nos guste o no, las armerías han sido significantes para sus primeros poseedores, aunque resulte que sus descendientes, por desidia de unos, rechazo de otros, o avatares de la propia vida, no sepan ya lo que en otro tiempo significaron, y ahora, en buena lógica, permanece oculto.

Nunca más pertinente aquí ese sabio y popular adagio que dice: «lo breve, si bueno, dos veces bueno», pero no lo breve por imprecisión o ambigüedad: no es eso, nos está diciendo que lo es por el buen majo del rico lenguaje de que disponemos, y con ello evitaríamos tantas interpretaciones de armerías que salen ya falsificadas de las manos de su primer dibujante, pues en muchos casos estos trabajos no se encargan a diseñadores heráldicos, y lo descrito en el trabajo original o en el expediente contiene diferencias graves con relación al dibujo que acompaña a la documentación que lo justifica . Sin duda ello da idea también de la existencia de cierto grado de desidia en quienes tienen la responsabilidad de hacer estas cosas con esmero. Todo ello hace pensar en si la ambigüedad como norma, tan fácilmente asumida por muchos especialistas, no esconde en algunos casos la comodidad que produce el despreocuparse de las exigencias propias del manejo adecuado de los lenguajes que conforman el ritmo descriptivo, pese a que, como vemos, sí existe una interrelación directa entre la precisión y la brevedad (Precisión descriptiva < = > Brevedad expositiva), de modo que a mayor precisión le corresponde una mayor brevedad cuando el ritmo es adecuado.