jueves, 15 de marzo de 2012

CUERNOS

El asunto lleva dos rombos porque me parece ciertamente escabroso. Sobre todo en un blog que pueden leer menores de edad sin problemas. (Aunque, reflexiono mientras escribo, apunte problemas de cordura cualquier joven menor de edad, bueno y adulto también, si es aficionado a la heráldica y demás temas afines. Lo digo sobre todo por quien suscribe).
Me contaba hace años un vecino, antiguo amigo, don Magnus Bedinger, súbdito del rey de Suecia, que en su país era habitual, él mismo lo había observado en su propia casa, que los matrimonios disueltos por separación de los cónyuges mantuvieran una relación, no ya cordial, que podría entenderse sobre todo en el caso de existir hijos comunes, sino hasta amistosa. Así, me explicaba, sus padres, ya divorciados, quedaban a cenar, acompañados de sus nuevas parejas, charlando amigablemente y compartiendo experiencias.
En España, evidentemente, esa circunstancia es impensable. Aquí todo es más tremendo, más vehemente. Y es que me ilustraba otro amigo, don David Barrasa Lobo, abogado de oficio y vocación, marqués consorte de la Real Templaza, en el reino del Maestrazgo, (con este otro sí que conservo la amistad), que durante el acto de conciliación previo a la sentencia de separación, los matrimonios españoles, no es que discutieran, es que se peleaban hasta llegar a las manos. Aquí todo es más apasionado. Y me demostraba con datos fidedignos, el asunto me pareció muy revelador, que aproximadamente un setenta por ciento de los vínculos matrimoniales se deshacían por las familias. Por la intervención de las familias de sangre, se entiende, en la relación de pareja. Pero, aquí es al lugar al que quiero llegar, alrededor de un quince por ciento de las parejas concluían en divorcio por “cuestiones de cuernos”.
Lo sé, improbable lector, desafortunada expresión en un blog de esta naturaleza, por eso los dos rombos.
Y es que aún hay más.
La idea que sigue, anécdota más bien, la escuché por primera vez al teniente coronel don Eduardo García-Menacho y Osset en el desarrollo de la asignatura de heráldica, durante el curso de la asociación de diplomados en heráldica. Explicaba mi superior que, al igual que en los países sajones y escandinavos las armerías exponen cornamentas como mueble principal sin el menor reparo, en España esa circunstancia era excepcional. Tan excepcional que realmente podía considerarse inexistente. Aquí los cuernos, desde luego, no se exhiben, ¡vamos, faltaría más!
No quería concluir más que con esa idea, improbable lector: en el centro y norte europeo, las cornamentas amueblan armerías por doquier. Incluso una de las dinastías reinantes en el interior del imperio alemán, la dinastía de los Wurtemberg, soberanos del reino del mismo nombre, partían un campo de oro cargado de tres leones leopardados de sable, colocados en palo, con un campo también de oro, cargado de tres cornamentas de ciervo de sable. En España, desde luego, impensable.