jueves, 19 de abril de 2012

PALABRA PROHIBIDA

Seguro que no ha reparado en la anécdota. En este tedioso blog hay una única palabra que no se ha permitido, que no se ha escrito. Una única voz imposible. Vendría a ser mi Hápax legómenon inexistente.
Cuando se me ha remitido cualquier escrito, sopese improbable lector los muchos que jalonan la vida de esta página virtual, aunque se tratara de la tesis doctoral del más insigne de los heraldistas, he repasado detenidamente el texto para intentar encontrar la palabra maldita y, localizada, he procedido a su sustitución. Siempre con sigilo pero de forma implacable.
La palabra maldita, hoy tampoco se añadirá porque me resulta malsonante, es aquella que se podría definir como la forma de Estado contraria a la monarquía. Del latín res pública.
Sí, efectivamente podrían haberse sustituido otras voces ¿verdad? Deberían haberse aliviado algunas otras que se han vertido en esta cadena de entradas que suponían verdaderos insultos de unos heraldistas contra otros. Pero en ese asunto no me he permitido entrar. Allá cada cual con su supuesta posesión de la verdad.
Esa palabra maldita que evito incluso en la conversación oral, ha quedado para siempre desterrada de este blog y confío por el bien de la Patria en que, a pesar de todo lo que está sucediendo en el entorno de la real familia en estos últimos meses, en el futuro no deba responder ¡viva! cuando la escuche.

miércoles, 18 de abril de 2012

ESTUDIOS HERÁLDICOS

Las más preclaras mentes que en estos reinos que hoy llamamos España dominan nuestra ciencia, desarrollan estudios que suelen entender la heráldica como ciencia auxiliar de la historia, a través del recurso al estudio de las armas que aparecen representadas sobre piedra antigua. Y lo que se salga de esas lindes se considera frivolidad. Muy probablemente tengan razón. Desde luego su saber es extenso, con acceso a fuentes de gran valor documental y demostrando siempre un rigor científico extraordinario en el desarrollo de sus estudios. ¿Pero la heráldica es solo eso? Existen otras corrientes, otras escuelas de menor relevancia donde se agrupan diplomados en heráldica que, lejos de considerar la heráldica solamente un auxilio para la datación de antigüedades, reclama un conocimiento más actual de esta ciencia. De esta forma, se atreven con estudios variados, igualmente rigurosos, pero tendentes a descubrir una heráldica más viva, más actual, más cercana a lo que el resto de interesados por la heráldica, actualmente reclaman. Y es que en un mensaje privado escribía un caballero que se planean diferentes estudios de heráldica actual. Uno de ellos encaminado a estudiar los motivos de la elección de sus armas por parte de los actuales obispos de España. ¿Se trata de tendencias enfrentadas? Evidentemente no. Se trata de corrientes de pensamiento complementarias. Mucho pueden y deben aprender unos de otros. Y a modo de conclusión, y desde la tranquilidad de saber que el blog que está leyendo, improbable lector, es una frivolidad desde su origen, sin pretensión de academicismo alguno, sino con el único afán de resultar un pasatiempo heráldico, un entretenimiento inocente, alejado de todo dogmatismo, se propone algo evidente pero desobedecido y olvidado por todos y yo mismo el primero: No menospreciemos los estudios heráldicos que otros hacen. Olvidemos nuestros protagonismos. Consideremos lo que otros estudiosos de nuestra común ciencia realizan. Dejemos de cargar unos contra otros. Acompañan a esta entrada diferentes armas sin conexión alguna con el texto.

martes, 17 de abril de 2012

OFICINA HERÁLDICA VATICANA

Recordando la anécdota que el propio monseñor Heim explicó, relativa a la propuesta que recibió del santo padre Juan XXIII de creación de una oficina encargada de los asuntos heráldicos en el seno de la Iglesia, que se ha reseñado ya en varias ocasiones en este blog, se desea recordar, improbable lector, que esa oficina había existido con anterioridad. En consecuencia no se hubiera tratado de una creación ex novo, sino de una recreación.
Y es que, antes de la incorporación violenta al reino de Italia, siendo los Estados Pontificios un reino independiente, en 1853, se fundó el Instituto Heráldico Romano cuyo fin era regular el diseño de creación y el posterior uso de armas por parte de los eclesiásticos.Este recuerdo viene a colación ante la evidente vuelta atrás por parte del actual pontífice romano, Benedicto XVI, en muchas costumbres que se habían ido perdiendo, entre las que cabe citarse el retorno al uso litúrgico de la lengua universal de la Iglesia, el latín, el uso de vestimentas ya olvidadas y la vuelta al recurso heráldico como ornamento de las nuevas prendas litúrgicas que ha recreado el actual papa:
No parece descabellado que, ante este retorno a costumbres que ya muchos consideraban desgraciadamente perdidas, se pueda aún aspirar a que se recree ese Instituto Heráldico del Vaticano, que tan necesario orden establecería en la elección de armas por parte de los prelados y demás dignidades eclesiásticas.Por supuesto, para dirigir esa oficina se debería recurrir a un individuo de sobrada capacidad heráldica, de reconocido saber heráldico eclesiástico, sin duda el padre don Guy Selvester, maestro heraldista. Acompañan a estas líneas las armas de las diócesis de Westminster, con palio de plata; Breda, con lis y sotueres de plata; Haarlem, que recuerda las cruzadas; Birmingham, un partido con tres cruces del uno al otro y Clifton, con coronas y calvario.

lunes, 16 de abril de 2012

LEÓN V DE ARMENIA. I SEÑOR DE MADRID

Me permito reponer una entrada que me gustó especialmente:

Imagino que su ingente sabiduría ya conoce la anécdota, improbable lector, pero no está de más recordar la curiosidad: el soberano del reino cruzado de Armenia, León V, fue señor de Madrid desde 1383, hasta su muerte, acaecida en 1393.
El reino de Armenia se configuró como Estado independiente en el año 1078.
En esas fechas, un numeroso grupo de armenios, huyendo de la invasión musulmana, se afincó en la región de Cilicia, en la parte sudoccidental de lo que hoy es Turquía, poniendo a salvo la forma de vida y tradiciones de su región de origen.
La longevidad del reino, cuyas armas fueron estas,
no fue del todo efímera pues, con el apoyo del contingente cruzado se alargó hasta 1375, en que resultó invadido por la fuerza de las armas quedando su rey, León V de Armenia, junto a su familia, como rehenes de las hordas moras siendo trasladados a Jerusalén y posteriormente a El Cairo.
A través de su confesor, un franciscano francés llamado Juan D´Ardel, que llegaría con los años a ser obispo de Tortíboli en el reino de Nápoles, envió cartas de petición de socorro desde la capital egipcia a un buen número de reyes cristianos de toda Europa.
Incluso, en septiembre de 1379, el rey León envió a fray Juan con su propio sello y cartas credenciales al reino de Aragón donde, el primero de marzo de 1380, fue recibido por don Pedro IV el ceremonioso.
Recorrió el fraile, en demanda de rescate para el rey León de Armenia, otros muchos reinos occidentales. Finalmente, a mediados de 1382, pudo regresar a El Cairo con una embajada al mando de Juan de Loric, financiada por el rey don Juan I de Castilla, que liberó al monarca armenio.
León V alcanzó el puerto seguro de Venecia el 12 de diciembre de 1382, desde donde se trasladó a Aviñón a rendir homenaje al papa Clemente VII, antipapa según la actual cronología de los sucesores de Pedro, y a solicitar la convocatoria de una nueva cruzada para liberar su reino de la morisma.
Sin recibir promesa pontificia de apoyo a su demanda se trasladó a Aragón para agradecer su rescate, recalando finalmente, en abril de 1383, en la itinerante corte de don Juan I de Castilla.
El monarca castellano, hombre de profunda convicción caballeresca, le dispensó en todo momento tratamiento regio y le concedió para su acomodo el señorío de Madrid, Andújar y Villareal, hoy Ciudad Real, que suponía una renta en torno a los ciento cincuenta mil maravedíes. Una fortuna para la época.
El rey León V de Armenia, I señor de Madrid, se afincó por breve tiempo en la cabeza de su señorío disponiendo la reforma del alcázar para hacerlo su hogar. Ejerció su dominio señorial sobre la villa del Manzanares, aunque sin residir efectivamente en ella, durante diez años. 
Insatisfecho por la imposibilidad de recuperar su reino perdido, en junio de 1384 se trasladó a París donde el rey Carlos VI de Francia le concedió el señorío del castillo de Saint-Ouen, con sus considerables rentas anejas.
Durante el período 1389-1392, ejerció como mediador entre los monarcas de Inglaterra y Francia, con el ánimo de conseguir que las tropas enfrentadas en la guerra de los cien años se coaligaran en favor de una cruzada que rescatara sus perdidos dominios para la cristiandad.
Finalmente, el rey León V de Armenia, I señor de Madrid, falleció en París el veintinueve de noviembre de 1393, sin recuperar su trono.
En la efigie que adorna su tumba, labrada en vida del monarca, León V porta cetro en una mano, extraviado durante el violento tránsito al nuevo régimen, y guantes en la otra, significando su carácter de soberano.
Descansa hoy el I señor de Madrid en la basílica real de san Denís de París.
Su título, conforme a la petición del pueblo de Madrid, se revocó en 1391 por el rey don Enrique III de Castilla transformándolo en vitalicio. Desde entonces, nadie se ha titulado como señor de Madrid a excepción de los propios soberanos de Castilla.
Se añaden, para concluir, las armas que usó en vida el rey León V, un terciado en palo del reino de Armenia, del reino de Jerusalén y de la dinastía de Lusignan:

domingo, 15 de abril de 2012

CONTRA REX

Desde que un exiguo grupo de supuestos intelectuales decidió darse bombo atacando la institución, últimamente parece que lo único que trasciende en relación con la monarquía son los privilegios que ostenta.
Efectivamente los posee. Los miembros de la familia real gozan sin duda de una serie de ventajas económicas, poder, exenciones y privilegios de los que el resto de la ciudadanía carece. Aunque desde luego, bastantes menos que cualquier otro español con una renta elevada.
En lo que no suele repararse es en que esos privilegios se ven acompañados de obligaciones. De muchas obligaciones.
España decidió dotarse a sí misma de una constitución, en el año 1978, aprobando por inmensa mayoría el referéndum convocado. Esa carta magna, cúspide del corpus jurídico en el que se basa la necesaria estabilidad social que consiguen las leyes, consagra la monarquía como forma de la jefatura del Estado, estableciendo una serie de deberes para el monarca:
Nuestro rey es el capitán general de los ejércitos y como tal ejerce. Mantiene una cercanía con los profesionales castrenses que es alabada y reconocida por la familia militar, pulsando opiniones entre los mandos y siempre atento y receptivo a sus necesidades.

El rey es moderador, árbitro necesario de la alternancia de partidos que consagra el sistema democrático. Y como tal, realiza sus funciones llamando a la cordura y la sensatez a los miembros de la clase política.
El monarca además representa, como la bandera, al propio Estado. Esa es la razón por la que se inclina la cabeza a su paso y al saludarlo. Y ese deber lo ejecuta con sabiduría. En sus viajes al extranjero, como embajador excepcional de España, se hace acompañar de empresarios con el fin de dar proyección al tejido empresarial nacional abriendo las puertas, gracias a sus contactos internacionales, a la inversión nacional en el exterior.


Por último, el soberano es fuente de honores y distinciones, siendo en consecuencia quien discierne la idoneidad, la conveniencia de cualesquiera premios que otorgue. Y su actuación en esta tarea constitucional ha sido siempre intachable. Ha sabido engrandecer y condecorar a quien lo merece buscando, tanto premiar una actuación o un devenir vital, como servir de acicate para el resto de la sociedad.
Concluyo esta idea resumiendo lo expuesto: el monarca goza de privilegios, sí, pero cumple con maestría sus deberes en beneficio de todos.